Leonardo Boff
El sufrimiento es la gran escuela del aprendizaje humano. Hay verdad en la frase atribuida a Hegel: «el ser humano no aprende nada de la historia, pero aprende todo del sufrimiento». Prefiero la formulación de san Agustín en sus Confesiones: «el ser humano aprende del sufrimiento, pero mucho mas del amor».
El amor fati (el amor a la realidad pura y cruda) de los antiguos y retomado por Freud se impone en los días actuales en que la humanidad se ve asolada por una gran crisis de sentido subyacente la crisis económico-financiera. Debemos reaprender a amar de forma desinteresada e incondicional a la Tierra, a todos los seres, especialmente a los humanos, a los que sufren, respetarlos en su diferencia y en sus limitaciones. El amor es una fuerza cósmica que «mueve el cielo y las estrellas», al decir de Dante. Sólo quien ama, transforma y crea.
Los grandes se reúnen, están confusos y no saben exactamente qué hacer. Es que aman más el dinero que la vida. Si hubiese amor, aprobarían lo que se está proponiendo: una «Declaración Universal del Bien Común de la Humanidad», base para un «Nuevo Orden Global y Multilateral» que contemple a toda la humanidad, incluida la Tierra. Pero no. Perplejos, prefieren repetir fundamentalmente las fórmulas que no resultaron. Entre tanto cabría preguntar: ¿qué capacidad tienen 20 gobiernos para decidir en nombre de 172? ¿Dónde están los títulos de su legitimidad? ¿Solamente que son los más fuertes?
Aunque así fuera, veo que se pueden sacar algunas lecciones útiles para las próximas crisis que se están anunciando.
La primera es que los gobernantes, por encima de sus diferencias, pueden unirse ante un peligro global. Aunque sus soluciones no representen una salida sostenible de la crisis, el hecho de que estén juntos es significativo, pues dentro de poco enfrentaremos una crisis mucho peor: la de la insostenibilidad de la Tierra y de los efectos perversos del calentamiento global. Éste traerá consigo la crisis del agua y de la inseguridad alimentaria de millones y millones de personas. Tal situación forzará una unión de los pueblos y de los gobiernos, mayor que ésta del G-20 en Londres, si quieren sobrevivir. Si grande será el peligro, mayor será la posibilidad de salvación, decía un poeta alemán, siempre que se dé esta unión. La solución solamente vendrá de una política mundial asentada en la cooperación, en la solidaridad, en la responsabilidad mundial y en el cuidado para con la Tierra viva.
La segunda lección es que no podemos prolongar más el fundamentalismo del mercado, el pensamiento único que arrogantemente anunciaba que no había alternativas al orden vigente, como si la historia hubiera sido congelada a su favor y hubiese destruido el principio-esperanza. No podemos confiar más en la mera razón funcional, desvinculada de la razón sensible y cordial, base del mundo de las excelencias y de los valores infinitos (Milton Santos, nuestro gran geógrafo brasileño) como el amor, la cooperación, el respeto, la justicia y otros. Esta vez, o elaboramos una alternativa, es decir, un nuevo paradigma civilizatorio, con otro modo de producción, que respete los ritmos de la naturaleza, y un nuevo patrón de consumo solidario y frugal o tendremos que aceptar el riesgo de desaparición de nuestra especie y de un grave daño a la biosfera. La Tierra puede continuar sin nosotros. Nosotros no podemos vivir sin la Tierra.
La tercera lección es constatar que la economía, como eje estructurador de toda la vida social, se vuelve hostil a la vida y al desarrollo integral de los pueblos. Debe ser reconducida a su verdadera naturaleza, la de garantizar la base material para la vida y para la sociedad.
Vivimos tiempos de grandes decisiones que representan rupturas instauradoras de lo nuevo. Bien notaba Keynes: «la dificultad no estriba tanto en formular de nuevas ideas, como en sacudirnos las viejas». Las viejas se desmoronan. Sólo nos queda confiar en las nuevas. De ellas depende un futuro mejor.
Fuentes: RHC, AIN, GRANMA, TRABAJADORES, JUVENTUD REBELDE, PL, REUTER, EFE, IPS, ANSA, AFP, XINHUA, TASS, DPA, AP.
Friday, May 15, 2009
Thursday, May 7, 2009
Carta a Raúl Castro por Ariel Hidalgo
General, quien le escribe es un cubano que pone a nuestro país por sobre toda posible diferencia personal, política o ideológica. Y en nombre de esa patria común que no es de nadie en particular, sino que pertenece, y sólo en espíritu, a todos aquellos que la aman desinteresadamente, le ofrezco la perspectiva de quien, quizás desde fuera, sin las pasiones de odios o resentimientos, ve las cosas de nuestro país más claramente sobre la situación presente.
General, muchos cubanos prestigiosos residentes en Cuba que han demostrado su fidelidad a los principios originarios del proceso revolucionario, y que difícilmente pueden ser catalogados de ''apátridas'' o ''contrarrevolucionarios'', epítetos con que se suele descalificar a quienes manifiestan criterios diferentes a la política oficial, ya han expresado por diferentes vías su descontento con políticas gubernamentales obsoletas aún vigentes y han presentado inteligentes propuestas para superar barreras que en los marcos del actual modelo han demostrado ser insolubles.
Si así piensan estos hombres, ¿qué no estará pasando por las mentes de gran parte de los cubanos que, aun sufriendo las consecuencias de esas políticas, han optado hasta ahora por el silencio o la doble moral? No creo que tenga que informarle que la inmensa mayoría de ellos, de una manera u otra, realiza actividades económicas ilícitas y que ve como principal adversario, no al ''imperialismo'', no el llamado bloqueo, no a los disidentes, sino a las propias autoridades gubernamentales. Otra buena parte intenta escapar del país por diferentes vías, en muchos casos con pérdidas de vidas humanas.
A nuestro humilde juicio, si su gobierno no toma valientemente la decisión de realizar cambios efectivos que mejoren las condiciones materiales y un mayor acceso a la información y la libre expresión, la población poco a poco va a ir apropiándose por su propia cuenta de espacios hasta ahora vedados por políticas restrictivas que usted mismo ha criticado, y las autoridades no podrán imponer el cumplimiento de la ley sin arrestar a cientos de miles de ciudadanos. Su gobierno irá avanzando por un camino y la sociedad por otro y en consecuencia la ingobernabilidad se hará patente.
Finalmente puede llegar el momento en que de la mera informalidad se pase en muchos casos a la criminalidad y de las críticas se pase a protestas públicas, muy difíciles de frenar por medio de la fuerza sin el pago de un alto costo político y humano, consecuencias que quien le escribe está muy lejos de desear.
Si en cambio procediera usted a realizar las transformaciones ansiadas por la inmensa mayoría de la población, tendrá el beneplácito y el respaldo franco no sólo de casi todo el pueblo, sino incluso de muchos compatriotas distanciados actualmente del proyecto vigente, algunos de los cuales se encuentran actualmente en prisión por la sola razón de haber discrepado con políticas desacertadas impuestas por dirigentes que desde hace mucho tiempo perdieron la brújula de los más hermosos ideales.
Una muestra de buena voluntad hacia la rectificación de esos errores debería comenzar por su liberación, seguida de la despenalización de muchas de las figuras delictivas del Código Penal cuya sola existencia revela flagrantes violaciones de elementales derechos y libertades, como ''propaganda enemiga'', ''desacato'' y ''asociación ilícita'' entre otras, y de la creación de canales accesibles para la libre expresión de las opiniones. Destierre para siempre el temor de que la difusión de los señalamientos críticos va a ser usado por la propaganda de sus enemigos contra su gobierno, pues, inversamente, esa tolerancia será su mejor defensa ante la opinión pública y le permitirá detectar mejor cuáles son y cómo solucionar las principales deficiencias de la política interna.
Actúe no como enemigo de una ciudadanía que intenta resolver, por cuenta propia, los problemas urgentes que el estado no ha sido capaz de solucionar, sino como aliado, liberando del exceso de cargas restrictivas e impositivas a los pequeños productores de la ciudad y del campo, facilitándoles insumos y materia prima y permitiéndoles el acceso a todas las posibles fuentes crediticias.
Y finalmente, general, coopere con la reunificación de la familia cubana suprimiendo restricciones, tanto para los cubanos que viajan al exterior como para los que entran a visitar a sus familiares, sobre todo reduciendo las elevadas tarifas a viajes y comunicaciones telefónicas. Permita que aquellos que deseen regresar a vivir puedan hacerlo y que los que viven en el país puedan permanecer largas temporadas en el exterior sin tener que abonar fuertes recargos.
Y todo esto debe hacerlo no como reciprocidad ante medidas semejantes tomadas o por tomar por parte de un gobierno extranjero, ni debe dudar ante falsas lealtades con quienes permanecen atascados en desfasados dogmas estalinistas que únicamente conciben el socialismo como aquel donde cada ciudadano no es más que una tuerca de la maquinaria estatal. Su compromiso, general, es con el pueblo de Cuba.
General, muchos cubanos prestigiosos residentes en Cuba que han demostrado su fidelidad a los principios originarios del proceso revolucionario, y que difícilmente pueden ser catalogados de ''apátridas'' o ''contrarrevolucionarios'', epítetos con que se suele descalificar a quienes manifiestan criterios diferentes a la política oficial, ya han expresado por diferentes vías su descontento con políticas gubernamentales obsoletas aún vigentes y han presentado inteligentes propuestas para superar barreras que en los marcos del actual modelo han demostrado ser insolubles.
Si así piensan estos hombres, ¿qué no estará pasando por las mentes de gran parte de los cubanos que, aun sufriendo las consecuencias de esas políticas, han optado hasta ahora por el silencio o la doble moral? No creo que tenga que informarle que la inmensa mayoría de ellos, de una manera u otra, realiza actividades económicas ilícitas y que ve como principal adversario, no al ''imperialismo'', no el llamado bloqueo, no a los disidentes, sino a las propias autoridades gubernamentales. Otra buena parte intenta escapar del país por diferentes vías, en muchos casos con pérdidas de vidas humanas.
A nuestro humilde juicio, si su gobierno no toma valientemente la decisión de realizar cambios efectivos que mejoren las condiciones materiales y un mayor acceso a la información y la libre expresión, la población poco a poco va a ir apropiándose por su propia cuenta de espacios hasta ahora vedados por políticas restrictivas que usted mismo ha criticado, y las autoridades no podrán imponer el cumplimiento de la ley sin arrestar a cientos de miles de ciudadanos. Su gobierno irá avanzando por un camino y la sociedad por otro y en consecuencia la ingobernabilidad se hará patente.
Finalmente puede llegar el momento en que de la mera informalidad se pase en muchos casos a la criminalidad y de las críticas se pase a protestas públicas, muy difíciles de frenar por medio de la fuerza sin el pago de un alto costo político y humano, consecuencias que quien le escribe está muy lejos de desear.
Si en cambio procediera usted a realizar las transformaciones ansiadas por la inmensa mayoría de la población, tendrá el beneplácito y el respaldo franco no sólo de casi todo el pueblo, sino incluso de muchos compatriotas distanciados actualmente del proyecto vigente, algunos de los cuales se encuentran actualmente en prisión por la sola razón de haber discrepado con políticas desacertadas impuestas por dirigentes que desde hace mucho tiempo perdieron la brújula de los más hermosos ideales.
Una muestra de buena voluntad hacia la rectificación de esos errores debería comenzar por su liberación, seguida de la despenalización de muchas de las figuras delictivas del Código Penal cuya sola existencia revela flagrantes violaciones de elementales derechos y libertades, como ''propaganda enemiga'', ''desacato'' y ''asociación ilícita'' entre otras, y de la creación de canales accesibles para la libre expresión de las opiniones. Destierre para siempre el temor de que la difusión de los señalamientos críticos va a ser usado por la propaganda de sus enemigos contra su gobierno, pues, inversamente, esa tolerancia será su mejor defensa ante la opinión pública y le permitirá detectar mejor cuáles son y cómo solucionar las principales deficiencias de la política interna.
Actúe no como enemigo de una ciudadanía que intenta resolver, por cuenta propia, los problemas urgentes que el estado no ha sido capaz de solucionar, sino como aliado, liberando del exceso de cargas restrictivas e impositivas a los pequeños productores de la ciudad y del campo, facilitándoles insumos y materia prima y permitiéndoles el acceso a todas las posibles fuentes crediticias.
Y finalmente, general, coopere con la reunificación de la familia cubana suprimiendo restricciones, tanto para los cubanos que viajan al exterior como para los que entran a visitar a sus familiares, sobre todo reduciendo las elevadas tarifas a viajes y comunicaciones telefónicas. Permita que aquellos que deseen regresar a vivir puedan hacerlo y que los que viven en el país puedan permanecer largas temporadas en el exterior sin tener que abonar fuertes recargos.
Y todo esto debe hacerlo no como reciprocidad ante medidas semejantes tomadas o por tomar por parte de un gobierno extranjero, ni debe dudar ante falsas lealtades con quienes permanecen atascados en desfasados dogmas estalinistas que únicamente conciben el socialismo como aquel donde cada ciudadano no es más que una tuerca de la maquinaria estatal. Su compromiso, general, es con el pueblo de Cuba.
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