Wednesday, September 23, 2009

¡AMOR! JUANES  EN LA HABANA

Por : JORGE JORGE GONZÁLEZ


SEGMENTO OPINIONES: Los artículos dirigidos al segmento opiniones, son enviados por nuestros lectores reflejando sus consideraciones personales, pudiendo coincidir o no con la linea de pensamiento del equipo de redacción de este blog de noticias del Consejo Cubano del Exterior.

Cuando en la abarrotada Plaza de la Revolución el músico cubano Juan Formel dijo: “le duela al que le duela, ya se hizo el concierto por la paz”, muchos derramamos lágrimas de alegría, pues había terminado la incertidumbre de tantas y tantas semanas por conocer si, finalmente, el concierto PAZ SIN FRONTERAS, sería realidad; atrás habían quedado las amenazas a Juanes –algunas inclusive de muerte-, la destrucción de sus discos en calles de Miami, las entrevistas a connotados enemigos de la Revolución cubana y diría que, de su pueblo, en cuanto canal de televisión, periódicos o emisoras de radio les dieran la oportunidad de tratar de denigrar a los artistas que estarían presentes –no importaba si vivían en Cuba o venían desde otras tierras-, regalando su talento a los cubanos y manifestando tanto odio y rencor hacia ellos, que apenas dábamos crédito a semejante comportamiento casi bestial. Hoy todos supimos que no hubo una sola deserción por miedo entre los músicos, que una estrella como la puertorriqueña Olga Tañón, afectada en sus cuerdas vocales desde días antes, se había agigantado y por arte de magia, su voz había sido la primera en estremecer multitudes y demostrar que estaba allí sólo con el deseo de brindar paz, amor y deseos de confraternizar con un pueblo noble e instruido que conocía de memoria sus canciones, que las cantaba con ella y la aplaudía hasta el delirio, sin que jamás antes su figura hubiera tocado esta tierra.

La Tañón fue más lejos y saludó a una hija de alguien que vivía en Miami y que allí estaba presente, para demostrar que este era un puente que se estaba construyendo para la unión de todos los cubanos, no importaba donde residían, por qué, ni cuándo se habían separado; porque era hora de dejar atrás rencores, diferencias ideológicas , religiosas, raciales o de cualquier índole, si verdaderamente queríamos romper sobre todo fronteras mentales que hacen más daño que aquellas que limitan los territorios nacionales; este no fue un momento para declarar vencedores o vencidos, porque no estábamos librando una batalla cruenta, pero me atrevo a afirmar que, en toda obra humana, siempre hay avances y retrocesos y, en esta oportunidad, fue hacia delante, más que nunca, como un inmenso tsunami, la ola del amor, de la paz entre todos los pueblos y será muy difícil para aquellos y aquellas que siempre buscan la discordia, juntar argumentos para todos los que a partir de este concierto histórico, quieran venir a cantar a los cubanos, sea en esa misma plaza o en cualquier sitio que prefieran, siempre que vengan con el pasaporte de la verdad, del gesto humilde y no de la arrogancia y prepotencia que muchos por estos días han preferido sobre todo, desde los Estados Unidos, porque han visto a más de un millón de personas bailar, reír, cantar a coro con sus ídolos, respetarlos por sus conductas dignas hacia ellos, sin que nadie les haya dado la “orden” –como siempre dicen de los que vivimos en el lagarto verde- para que fueran a aplaudir, es más, esta vez ni siquiera hubo un aseguramiento previo en transporte para llegar al concierto, como es usual cuando se producen traslados masivos de personas a actos políticos o de otro tipo, en que se sitúan puntos fijos para facilitar la ida y los regresos posteriores; ningún dirigente le pidió a nadie que fuera a la Plaza y. me atrevería a afirmar que, no recuerdo ese lugar más lleno que esta vez en toda su larga y rica historia revolucionaria, cuando era casi imposible encontrar más de veinte centímetros libres para acomodarse.

De no haber sido por la intolerancia de los que regentean el exilio, hace muchos años este concierto u otro mayor se hubiera podido disfrutar por los cubanos, pero ellos no han sido capaces de cambiar sus mentalidades –quizás acá también hemos sido en muchas, muchas ocasiones, cerrados a los intercambios de este tipo por temor a que nuestras plazas públicas puedan convertirse en tribunas políticas contrarias al sistema que defendemos desde hace cincuenta años, pero creo que con bastantes razones históricas para frenar esa posibilidad y pongo ejemplos concretos: ¿qué cubano o cubana no conoció, cantó y canta las preciosas melodías que nos dejara Celia Cruz, sin embargo, no fue posible que nos regalara en vivo su talento porque ella no quiso, a partir de los compromisos políticos que había decidido adoptar en el exilio?, ¿cuántos de nosotros no conocen de memoria las increíbles melodías de Willie Chirino o Gloria Stefan y vivimos orgullosos de saber que son cubanos y quisiéramos un día escucharlos acá?, inclusive cantamos aquellas obras con las que ideológicamente no estamos de acuerdo porque son talentosos intérpretes, les perdonamos sus “faltas” cuando dicen horrores de Cuba y su sistema político , que es el mismo que defiendo yo y la gran mayoría de los que hoy fueron al concierto –sí, porque no somos ciegos y sabemos que allí, entre los presentes, habían personas que piensan diferente y no están de acuerdo con el socialismo y quizás muchas veces ni siquiera saben a ciencia cierta qué es el capitalismo, ni por qué lo prefieren, aunque muchos sabemos que se deben a todas esas cosas materiales que acá no abundan, ni sobrarán mientras nos empeñemos, como pueblo, en construir un sistema más equitativo y donde el centro de atención sean los seres humanos. Yo mismo, en cada viaje que como artista realizó al exterior, trato de comprar los discos de los intérpretes cubanos que como ellos u otros han triunfado fuera del mi país y sean de mi agrado como diletante musical, porque no puedo privarme del placer de escuchar lo mejor de la obra de mis compatriotas, vivan donde vivan, tengan las creencias religiosas que quieran, políticamente piensen diferente a mis conceptos, porque yo no soy el ombligo del mundo…tampoco ellos o ellas.

Cuando la cantante boricua concluyó su parte, le dijo al pueblo cubano: “Que Dios y la Virgen del Cobre le brinden todo lo que ustedes se merecen” y yo, que no soy religioso -por convicción-, le agradecí mucho esas palabras, porque las sentí llenas de amor, de un respeto hacia aquellas personas que le habíamos brindado hospitalidad desde su llegada y sabemos el precio que podrían hacerle pagar algunos intransigentes por su osadía de venir a Cuba a cantar, libre de todos los prejuicios, sin importarle precisamente el mañana, dejándole a su Dios actuar en consecuencia.

Detallar el concierto, paso a paso, no lo creo necesario, ya que cientos de periodistas lo cubrieron y yo no soy más que un amante de la cultura que estaba allí como uno más entre mis compatriotas, para saludar el gesto de todos los que acudieron al llamado de Juanes y cantarnos, gratuitamente, algunas de sus mejores obras, aunque daré mi opinión sobre lo que pude apreciar: Si la Tañón abrió el juego a base de jonrones –para usar un término beisbolero -, los que continuaron no se quedaron a la saga y, cada intérprete, con sus músicos acompañantes, batearon siempre, al menos de hit, es el caso del cubano X Alfonso, del perenne visitante y amado Danny Rivera, de Puerto Rico; ahí un Juan Fernando Velazco, de Ecuador, con sus hermosas letras y un mensaje de hermandad para los pueblos de su país y Colombia que sacudió la Plaza ; Amaury Pérez de Cuba, siempre el gran Amaury, lleno de poesía y desenfado; Víctor Manuel, de España, a quien hacía muchos años no veíamos, con sus canciones antológicas , dando paso a otro compatriota suyo, Miguel Bosé quien al decir: “El derecho más grande que el hombre tiene es la paz….por eso estamos con vosotros”, nos conmocionó a todos, para cantar a dúo con el cubano Carlos Varela, un tema de este último y dejar que el italiano Jovanotti, todo movimiento, de apoderara del escenario; Cucú Diamante con Yerba Buena (Cuba-Venezuela), más un aporte de Yoruba Andabo, también local, convencieron para dejar que Orishas , otro gran grupo cubano, pusiera a bailar a millones allí en la Plaza y frente a los televisores……

¡Canta Juanes!...el delirio. El músico se engrandece en toda su sencillez espiritual y manifiesta: “Este es el sueño de paz y amor más grande que he experimentado, después de mis hijos”…”El futuro está en sus manos, vamos a cambiarlo para bien” y logra hacer vibrar de emoción a todos cuando dedica una canción a los jóvenes cubanos que la sentí como una respuesta a aquellas personas que no querían este concierto; dedica una canción a los secuestrados en las selvas colombianas y llega Miguel Bosé con el anuncio de que en la plaza se habían congregado 1 150 000 personas….más del doble que lo previsto por los organizadores: el pueblo cubano había recibido con creces el mensaje de la importancia histórica de este espectáculo único y lo había respaldado. Juanes canta con Bosé.

Sigue Silvio Rodríguez, una leyenda viviente de la Nueva Trova cubana, su amigo de siempre el español Luis Eduardo Aute; vuelve Carlos Varela con su usual vestimenta negra, sólo que ahora tenía una leyenda que decía “tengo una camisa blanca” pero que, con honestidad, a muchos nos pareció irreverente con Juanes y con los demás artistas que, a su llamado, habían dejado las lentejuelas habituales por hábitos totalmente blancos , como tributo a la paz. Para mi, fue el lunar del concierto.

Llegó Van Van para terminar la jornada y en la Plaza se bailó a su ritmo, al igual que todos los invitados al concierto y se hicieron hermosas despedidas al pueblo cubano que no se marchaba, que seguía allí, como si esperara más, después de casi cinco horas bajo el sol y una amenazante lluvia que no llegó, como un regalo más en este día.

¿Qué dirán ahora los detractores del concierto?, ¿Qué pregonarán los voceros que anunciaban cómo Juanes y los demás artistas serían manipulados por el Gobierno cubano a favor del régimen interno y decían que todo sería politizado, empezando por los artistas cubanos invitados? Una vez más se quedaron sin argumentos cuando la señal televisiva fue regalada al mundo en directo, sin editar; cuando se pudo ver a un pueblo riendo, cantando y bailando durante casi cinco horas y sus cuerpos no se veían anémicos, escuálidos, sino todo lo contrario: vigorosos y fuertes, alimentados, bien vestidos y con deseos de gritar: ¡lo que queremos es vivir en paz con todos los hombres y mujeres del planeta!

Otros Juanes y Juanas seguramente nos visitarán en el futuro, pero este momento no podrá ser fácilmente olvidado, porque fue el Pionero, porque fue quizás el más grande gesto de amor cultural , de paz y de fraternidad colectiva enviado por el pueblo cubano hacia todos los que le quieren y también le han odiado en los últimos cincuenta años, conocedor de que el amor lo vence todo.

La Habana, 20 de septiembre del 2009